016 - Fausto - Johann Wolfgang Von Goethe Cap 16: Jardín
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Fausto - Johann Wolfgang Von Goethe Jardín Margarita, del brazo con Fausto, y Marta, con Mefistófeles, paseándose de un lado a otro. Margarita Lo sé muy bien; usted a mí desciende, por verme avergonzada. Un viajero, por bondad, entiende hacer tal bufonada: yo sé que tan experto personaje no se avenga ni instruya con mi pobre lenguaje. Fausto Una mirada, una palabra tuya contiene en sí, más que la ciencia entera de esta tierra grosera. (Besando su mano?) Margarita ¡No se incomode usted! ¿A qué besarla? Es bien poco gentil para admirarla. Todo con ella, todo se trabaja, ¡y es mi madre, del orden, tan amiga! (Pasan?) Marta ¿Y así, señor, usted siempre viaja? Mefistófeles ¡Ay! A eso nos obliga, de un deber o negocio, la exigencia. Mas, cuán triste se deja ciertos sitios en que fuera regalo poder uno alargar su permanencia. Marta Por el mundo correr, mientras nos dura la fuerza juvenil, es placentero; pero verse uno, llegando el tiempo malo, ir a la sepultura así, solo y soltero, nadie podrá con eso acomodarse. Mefistófeles ¡De lejos, con horror, lo considero! Marta ¡Entonces, pues, con tiempo prepararse! (Pasan.) Margarita ¡Y olvidada, sí, luego que se ausente! Es costumbre, en usted la cortesía; más que yo inteligente es cualquiera de vuestra compañía. Fausto ¡Oh mujer excelente! Sabe, lo que tal llaman, con aplomo, suele ser vanidad, torpeza. Margarita ¿Cómo? Fausto ¡Ay!, que la sencillez y la inocencia nunca a sí mismas, nunca se conozcan. Ni nunca su excelencia tampoco reconozcan. Que la modestia, la humildad, los dones más sublimes que amante naturaleza en todo repartiera... Margarita ¡Oh!, piense usted en mí solo un instante, que yo, tiempo y manera, de pensar en usted, tendré bastante. Fausto ¿Y usted sola lo pasa? Margarita Aunque pequeña, hay que atender la casa. No tenemos sirviente y cocinar, coser, es necesario, y aquí y allá correr días y noches. Mi madre es exigente y, por una nada, háceme reproches. Es así, aunque, en verdad, no necesita, esa estrictez mi madre; que buena fortunita heredamos nosotros cuando murió mi padre; cerca de la ciudad está, situado el huerto que rodea la casita. Pero ya con más calma ahora vivo: mi hermano es hoy soldado; murió mi otra hermanita y, aunque para sufrir tuve motivo, yo tanto la quería que otra vez los tormentos sufriría que la niña me daba. Fausto ¡Era un ángel si a ti se parecía! Margarita Yo la crié, por eso me adoraba. Nació después de muerto nuestro padre y casi no creíamos tampoco viviese nuestra madre que se fue recobrando poco a poco. Así es que no podía dar el pecho a la pobre criatura; entonces yo, con leche y agua pura, solita la crié; la hice, pues, mía. En mis brazos, henchida de contento, la vi crecer, andar y sonreírse. Fausto De la mayor ventura, tuviste ciertamente, el sentimiento. Margarita ¡Pero también cuánto fatal momento! Por la noche, la cuna, junto a mi cama estaba, así es que al más pequeño movimiento ya yo me despertaba y era preciso que una la diera de beber o la acostase en la cama y si aun esto no bastase vestirse y cual insana agitarse en un baile apresurado. Y luego, de mañana atender al lavado. Después, ir al mercado, cuidar de la cocina y con la misma pena verse siempre en idéntica faena. No es extraño, señor, si se camina con rostro doloroso; más gusta así el comer, gusta el reposo. (Pasan.) Marta De las pobres mujeres nada aprende, ni convertirse déjase un soltero.