013 - Los deseos ridículos - Cuentos de Charles Perrault.

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LOS DESEOS RIDÍCULOS. Cuentos de Charles Perrault Si ménos discreta fueras, El divertido y ligero Cuento que contarte quiero, De mis labios no lo oyeras. La materia es algo rara, Porque trata en conclusion El cuento, de un salchichon, Y de un salchichon de á vara, «¿Salchichon? ¡Jesus, qué horror!» Diria una remilgada De esas para quien no hay nada Como los cuentos de amor. Pero tú, que con tal gracia Decir sabes lo que cuentas Y á la vista lo presentas Con singular eficacia, Tú, que sabes que del modo De contar, más que del tema, La belleza de un poema Depende, y el arte todo, Has de oir con tu sonrisa Y tu bondad natural Un cuento, en que la moral Anda en cuerpo de camisa. Érase un buen leñador, De cortar leña aburrido, Que de vivir tan molido Iba perdiendo el humor. «¡Cielo impío! nunca oiste (El muy bellaco exclamaba Cuando la murria le daba) La voz de mi pecho triste.» Andando en este mal juego Un dia en el bosque el tonto, Salió Júpiter de pronto Con su látigo de fuego. Al verle, dió el hombre un brinco, Y con el pelo erizado, De rodillas prosternado, Clamaba con grande ahinco: —¡Señor, gran Señor, perdon! Aparta el rayo temido..... Nada quiero, nada pido..... Soy un zopenco, un bribon. —Reponte, exclamó el Tonante: No quiero, nó, que de injusto Puedas tacharme: tu gusto Verás cumplido al instante. Desea, y los tres primeros Deseos que más le plazcan, No bien de tus labios nazcan, Quiero hacerte valederos. Mira que segun escojas Tu suerte vas á labrar..... ¡Cuidado pues con tomar El rábano por las hojas! ¡Agur!»Y sin decir más, Al Olimpo en una nube Se fué el Dios, sube que sube, Con majestuoso compás. El patan con alegría La leña al hombro cargaba, Y el haz que tanto pesaba De pluma le parecia. Y pensaba caminando: «¡Eh! vamos con tiento, Blas. ¡Prudencia! Se lo dirás A tu mujer en llegando.» En casa gran batahola Mueve ya, gritando: —¡Chica! ¡Manolica! ¡Manolica! Ya semos ricos, Manola. Pide, pide. De esta hecha..... Pide cuanto se te alcance.» Y á su mujer contó el lance Desde la cruz á la fecha. —¡Alto, Blas! seamos cuerdos, No hagamos un mal fregado, No digan que se han echado Margaritas á los cerdos. Calla, que en boca cerrada No entran moscas. Esperemos; Deja que lo consultemos Primero con la almohada.» Blas con su mujer convino, Que habló como un Salomon, Y en señal de aprobacion Le dijo:—Tráeme víno.» Al dulce amor de la lumbre, El cuerpo al descanso dando, Cavilando, cavilando, Se echó al coleto una azumbre. Y en el vaso el ojo fijo, Y en el respaldo ambos codos Apoyando, así con todos Sus cinco sentidos dijo: —En tan solemne ocasion, Manola, bien me petara Como cosa de una vara De picante salchichon.» Tal dijiste: de repente La mujer, un grito dando, Ve acercarse serpenteando Un salchichon reverente. Y conociendo aterrada Que la vision era efeto De aquel deseo indiscreto, Dándose al diablo, irritada, Con vocablos nada cultos Y ademan descomedido, Descargó contra el marido Una andanada de insultos.

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