006 - Fausto - Johann Wolfgang Von Goethe Cap 06: Fausto y Wagner
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Fausto - Johann Wolfgang Von Goethe Fausto y Wagner Fausto y Wagner entran. Fausto De la grata primavera al dulce hálito benigno, libres ruedan, sus raudales, los torrentes y los ríos. De los montes escabrosos, a los más ásperos sitios, huyendo se fue el invierno y desde allí, amortecido, por sobre los campos sopla su hielo pero sin bríos. El sol, nieves, ya no sufre, y todo, con regocijo, se afana por nuevas formas y por colores más vivos. Y reemplazar a las flores, pueden hombres bien vestidos. Desde aquí vuelve tu rostro, al pueblo, y en torbellino, ve cómo se precipita, buscando el sol, el gentío por las huecas, toscas puertas. Con alegría y bullicio, la Resurrección celebran, y a la verdad, ellos mismos son también resucitados; pues de los cuartos sombríos de sus húmedas moradas, de los lazos de su oficio, de la opresión de sus techos, del tedioso desaliño de sus calles y del grave silencio de santos ritos, salen a la luz del día. Mira, con qué regocijo, la multitud ondulante, en multiplicados giros por los campos se derrama. Ve cuántos arrastra el río, jubilosos barquichuelos y cómo se aleja hundido ese último con su carga. En los lejanos caminos aun de los montes se nota, de muchos trajes, el brillo. ¡Cómo cantan los aldeanos! Este sí que es paraíso del pueblo; todos se alegran, todos, los grandes y chicos: ¡me siento hombre y aquí puedo serlo también! Wagner Señor mío, pasear con usted, por cierto que es honra y es beneficio; pero yo no me perdiera por entre ese remolino; pues de lo grosero y brusco soy declarado enemigo. No puedo sufrir sus juegos ni esos diabólicos gritos en que furiosos prorrumpen cual si fuesen poseídos; ¡y eso es lo que llaman canto, lo que llaman regocijo! Campesinos bajo los Tilos, baile y canto. Dispuesto para el baile, alegre el corazón, con su más rico traje estaba ya el pastor. Y todos, como locos, en círculo veloz, bailaban en los tilos, ¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh! ¡del buen violín, al son! Entraba muy de prisa y con el codo dio a una muchacha y ella dijo de mal humor: «¡Oh!, ¡vaya qué torpeza! ¡Qué ruda inatención! ¡Vaya un mozuelo tosco! ¡Eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh! ¡Muy mal criado sois!» Mas no paraba un punto la ronda tan veloz; flotando los vestidos en vuelco volador. Ardientes, colorados, todos en gran unión al fin se reposaban, ¡eh!, ¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh! ¡del baile y del calor! ¡No tanta confianza! De cuanto engañador, no lloran mil doncellas, promesas; tal no soy. Pero él la requería tenaz siempre de amor, se oyó entonces en los tilos ¡eh!, ¡eh!, ¡oh!, ¡oh! ¡más grita y confusión!