170 - Persona -Ingmar Bergman. La Gran Evasión.

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Edición 170 de La Gran Evasión, 13/2/2018, esta fría noche nos adentramos en un territorio insondable, perturbador. Persona, la obra maestra de Ingmar Bergman, que en 1966 llegó a los limites de sus posibilidades, rozando esos secretos, sin palabras, que sólo la cinematografía es capaz de sacar a la luz. Una tesis sobre la identidad, las mascaras que llevamos, el reconocimiento a través del otro, los traumas, la soledad, el silencio…la incomunicación, una obra subyugadora de uno de los cineastas mas grandes del siglo XX, imprescindible. Bergman es un mito, ha llevado al cine a caminos nuevos, explorando al hombre y sus monstruos interiores, un genio, quizás el que más se acerque a Dreyer, su cine nos da nuevas miradas, no sólo en la forma de contar una historia, sino que utiliza el medio para reflexionar sobre temas muy profundos, a través de vidas cotidianas. En persona está todo eso, sus deseos y represiones, un monologo interior, o un duelo interior, mejor dicho, de dos personalidades bajo una misma figura, la de una mujer que simboliza ese proceso de vampirización donde la máscara que todos llevamos se destruye, el silencio y la confesión en un paraje frío y hermoso, reflejo de todo esa cultura nórdica, una sesión de psicoanálisis de este sueco loco que habla de Dios, de la Muerte, de Las Relaciones Humanas…bañado en cine experimental, de arte y ensayo, que no te deja indiferente, es fascinante y también difícil de aprehender…complejo y hermético, una maravilla que requiere del espectador para desarrollarse. El inicio es escalofriante, un caos bíblico, se enciende la chispa del proyector y aparecen imágenes sin aparente coherencia, ni unidad, son fragmentos de ilusión, como es el cine, Bergman nos da el indice de los temas que vamos a tocar: -El deseo sexual, con el dibujo del pene erecto. -La religión y el silencio de Dios, a través de los animales, la araña (en clara referencia al “Dios-araña” que aparecía en Como en un espejo, simbolizando la ausencia y el silencio de Dios) -El cordero degollado y las manos clavadas a un madero (alusión al cristianismo), el miedo a la muerte... -El Niño acostado que se incorpora y nos mira de frente, acariciando la imagen borrosa del rostro de las dos mujeres….ahí aparecen la maternidad, la culpa, los traumas y todos los sacrificios que conlleva. Atravesado por la dolorosa prosa de Strindberg, con sus musas predilectas, Liv Ullmann (Elisabeth) y Bibi Andersson (Alma), que están soberbias, esos primeros planos que cuentan de por sí una historia, inaprensibles, Bergman sublima el cine a la categoría de arte, sin duda, la fotografía de Sven Nykvist ayuda, es extraordinaria, su comunión con Bergman es total, trazando la imagen psicológica de las dos mujeres, de las dos personalidades, la sombra y la luz…el blanco y el negro. A mitad del filme, el encuadre se torna borroso y se desenfoca. Parece que Bergman nos recuerda que lo que estamos viendo, no es real, ese duelo interior entre silencio e incontinencia verbal no es más que una ilusión, es cine, como el collage de imágenes del inicio. El amigo Carl Gustav Jung también sobrevuela este dolor visual. Aprovechen para leer sus memorias, La Linterna Mágica, para comprender al hombre y poder así disfrutar de su cine, aunque duele, el cine de Ingmar Bergman duele y se siente, profundamente. Mecidos por la penumbra, nos recostamos en el diván de la torre de Radiopolis, mientras suena Johann Sebastian Bach (Violín Concerto in E Major II Adagio. Karajan)…..José Miguel Moreno, Raúl Gallego, Gervi Navío y fundiendo su rostro con el propio cine, nuestro critico, César Bardés. H. Hesse: “solo para locos, la entrada cuesta la razón”. Gervasio Navio Flores.

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