121 - El Exorcista -Friedkin-. La gran Evasión.
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Edición número 121 de La gran Evasión El Exorcista superó el listón del género de terror en la década de los 70, de pronto la gente abarrotó las salas, se corrió la voz de que una niña poseída expulsaba sustancias verdes por la boca, giraba la cabeza en un gesto infernal, blasfemaba, una ventana de pronto se abría violenta, las cortinas al viento, y los ojos sin fondo del demonio miraban a la cámara, buscaban a los desprevenidos espectadores en la butaca, la gente no había visto nada igual. Ya Polanski se había atrevido con La semilla del diablo algunos años antes, con una abatida Mia Farrow en el papel de madre de la bestia. William Friedkin fue más allá, leyó la fascinante novela de William Peter Blatty y tuvo el mérito de crear un ambiente enrarecido y maligno en aquella casa de Georgetown. Malas vibraciones en ese desván donde se escuchan ruidos extraños, esa cocina en la que el detective Kinderman toma café con Chris, y como no, esa habitación donde una niña se convierte en la encarnación del mismo diablo, los objetos se mueven, la cama da tumbos arriba y abajo. El estilo realista de Friedkin, los silencios, las conversaciones entre madre e hija, el sonido del teléfono que rompe la noche, las pisadas, los crujidos de los muebles, los exámenes clínicos, avivan el crescendo de terror. Ya desde el comienzo, los dos primeros planos sesgados, la casa silenciosa, y una figura de la Virgen María en la Iglesia, los dos lugares donde irrumpirá el Intruso. En la secuencia siguiente el padre Merrin descubre la estatua del su viejo enemigo en las excavaciones de Niniveh . La entidad que posee a Regan no tiene varias personalidades, tiene sólo una, y Merrin la conoce bien. El Mal arde despacio en el corazón de un hombre asaltado por la culpa más profunda, se oculta ladino en cualquier parte, en el ojo vacío de un desconocido, en la pelea de dos perros en el desierto, en la súplica de un mendigo, en la habitación de una niña inocente que viene del colegio. La sugestión del exorcismo se alimenta de esos males. Una madre aterrada, un sacerdote en crisis vital, y el enfrentamiento final entre el Padre Merrin y el diablo, el ritual sanador de la criatura que no recordará nada de lo que ocurrió en la casa de Georgetown. Raúl Gallego Esta noche levitamos con nuestro nuevo camisón y nos curamos las pústulas con agua oxigenada… A la dirección José Miguel Moreno, con Gervi Navío, Raúl Gallego y nuestro crítico desde Madrid César Bardés.