108 - Fresas Salvajes -Ingmar Bergman-. La gran Evasión.
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Edición nº108 de La gran Evasión. La inquietud del doctor Isak Borg se intensifica a medida que transcurre el día. Es el día de su viaje desde Estocolmo a Lund, donde se va a celebrar su Jubileo Doctoral, el máximo galardón de su profesión. Isak está últimamente teniendo unos sueños muy raros, nunca fueron tan vívidos y le desconciertan, tal como le cuenta a su nuera Marianne. El viaje en coche y el reencuentro con los lugares queridos de la infancia, el bosque iluminado, el rincón de las fresas salvajes, la primavera en flor, su primer amor. El misántropo profesor vuelve a oler, a sentir, a observar por los visillos los momentos pasados, lo que fue y lo que pudo haber sido. Isak está comenzando a sentirse muerto en vida, presiente a la dama de la guadaña, sueña con la carreta fantasma del cine infantil, su propio yo sale del ataúd entreabierto. Aún no, debe congraciarse con su hijo distanciado hace años, con su nuera y sus duros reproches, con su anciana madre, con su amor de la fresas salvajes, debe quitarse la máscara algún día. Como la aguda armonía de un solo violín las notas dolientes dan paso a la cadencia lenta de un piano, la vida fluye y el pasado está ahí, idealizado. Los padres saludan al niño feliz en un claro del bosque, los juncos irradian la luz de la plenitud borrosa, de las fragancias del pasado. La última sonrisa de la vigilia parece reconciliarse con el secreto goce del recuerdo. En la primavera de la niñez, la graciosa Sara recogía fresas y se atusaba el pelo. En otro sueño, el cesto está volcado entre las hierbas y es de noche, el viento se torna frío, el bosque crepuscular, las bandadas de pájaros no parecen augurar buenas noticias. Los ojos de una madre abandonada en su caserón, esa chimenea que no calienta, el frío en el estómago, y un viejo reloj familiar donde el tiempo se ha parado: Miradme, entendedme, y si es posible, perdonadme. La súplica del viejo, la culpa, y el espejo que refleja la decrepitud presente. El viejo profesor busca la pureza del manantial, descifrar el jeroglífico de la pizarra, quizá sólo resuelto al final del trayecto. El gran artista sueco Ingmar Bergman nos dejó en la década de los 50 magnas obras como Un verano con Mónica, El rostro, El séptimo sello, El manantial de la doncella o Fresas salvajes. Pudo disponer de los servicios de su admirado Victor Sjöström para el papel principal, y las actrices Ingrid Thulin y Bibi Andersson, desdoblada en dos papeles, aportan serenidad y fuerza a lo que se narra. Raúl Gallego Esta noche observamos a nuestros familiares en la mesa del salón desde el vestíbulo oscuro de Radiópolis... José Miguel Moreno a la dirección, el futbolero y periodista Francisco Correal, Gervi Navío, Raúl Gallego, y nuestro crítico de cine desde Madrid, César Bardés.